miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mi amiga del parque: Lo existencial como marca desesperante


Mi amiga del parque retrata con sinceridad el mundo que se abre al ser madre. Hasta aquí una frase dicha y hecha como si fuera todo color rosa. Sin embargo, la grandeza del film dirigido por Ana Katz radica, justamente, en lo contrario: mostrar distintas facetas, distintas emociones -y el choque de estos contrastes- de manera compleja, en pos de un relato que avanza narrativamente sin temor a cambiar de género. Porque es en ese torbellino de emociones donde radica la esencia de la sinceridad mencionada anteriormente. Sutilezas y extremos conviven en este mundo femenino plagado de alegrías y angustias.


Liz debe afrontar la maternidad de su pequeño bebé con la ausencia de su marido, quien se encuentra afuera por cuestiones laborales. Intentando sobrellevar su angustia de hallarse sola con su hijo, comienza a buscar un apoyo en otras madres que llevan a sus niños a la plaza. Esta búsqueda la lleva a entablar amistad con Rosa, una mujer que tal vez no sea lo que aparenta.

Con muy buenas actuaciones por parte de Julieta Zylberbeg, Maricel Álvarez y la propia Ana Katz, la película se sostiene de principio a fin, en una clave intimista que va de la comedia al drama, pasando por un thriller cuya mayor tensión es la cotidianidad en la cual se sostiene. De este modo, las casas de las madres, los juegos de los niños, las canciones infantiles y la plaza misma, adquieren significaciones cada vez mayores, convirtiéndose en ejes de un relato vertiginoso donde se abren varios interrogantes existenciales.


Un retrato plagado de intensidad, donde se desnuda la imperiosa necesidad de sentirse acompañados, de no sabernos solos, aunque para ello tengamos que traicionar nuestros principios y prejuicios. 

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